(por Txema Negro)
He tenido el placer de formar parte de
una expedición solidaria deportiva en los campamentos de refugiados saharauis.
La intensa semana vivida allí, quedará para siempre en mi recuerdo. Como lo
prometido es deuda, ahí va una crónica resumen de esta preciosa experiencia.
De noche, bajo un cielo cubierto de
estrellas que te hipnotiza, y escoltados primero por el ejército argelino
y después por el frente Polisario, llegamos
a la casa que va a ser nuestro hogar durante los 6 días siguientes, en Aaiun, uno
de los campamentos de refugiados saharauis situados en la región de Tindouf, en
pleno desierto argelino.
No es hasta la mañana siguiente, a la
luz del sol, cuando te das cuenta de lo qué significa estar en un campamento de
refugiados. Un paisaje duro y sobrecogedor que te hace reflexionar desde el
primer minuto que lo ves.
Los Saharauis llegaron hace 38 años al desierto argelino huyendo de la invasión marroquí en su tierra, e instalaron sus jaimas. Durante estos años, han ido construyendo alrededor de la jaimas, pequeñas edificaciones de adobe que albergan otras estancias de las viviendas.
Aquí no existen las comodidades y mucho menos el lujo. La ducha es
un barreño de agua por la cabeza dos veces en los 7 días que durará la
estancia. En algunas casas, la luz es una única fluorescente en una de las
estancias conectada a una batería que en pocas horas se agotará y que no podrá
recargarse hasta el día siguiente a través de placas solares (quien tenga el
lujo de tener una). En otras casas, simplemente no hay luz. Durante nuestra
estancia hemos instalado en algunas viviendas, bombillas tipo “leds “cuyo
consumo es 8 veces inferior al de una fluorescente y permite tener iluminación
en todas las dependencias de la casa sin que se agote la batería.
El agua es un bien que escasea,
nosotros solo podemos beber agua embotellada ya que no estamos acostumbrados al
agua que ellos consumen. Nos produciría diarreas.
Nuestra familia nos acoge con una
sonrisa. Su mayor preocupación durante estos 7 días es que nos sintamos a gusto
en su casa. No hay un solo momento de nuestra estancia que no hayamos gozado de
su hospitabilidad, su amabilidad y su compañía. Y no solo esta familia, hemos
tenido el privilegio de conocer a otras y el trato ha sido el mismo. Ser saharaui es ser hospitalario, forma parte
de sus costumbres.
Sin duda, lo mejor y lo más enriquecedor han sido las veladas con las familias saharauis, su tradicional te y su gastronomía. Hemos tenido la oportunidad de comer y cenar con diferentes familias y a todas les une el gran esfuerzo que hacen para que te sientas a gusto en su casa.
Cabe destacar que en los campamentos de refugiados todo excasea, también la comida. Hay familias saharauis que apenas hacen una o dos comidas al día. Y muchos niños sólo se alimentan de la comida que reciben en la escuela.En contra de lo que pueda parecer, la
comida es exquisita. Al menos a mi me lo ha parecido. Cuscus, arroz, patatas,
pollo, carne de camello y algunas verduras son los principales alimentos en los
campamentos de refugiados.
En lo deportivo tengo que decir que la experiencia ha sido increíble. El recorrido del maratón transcurre entre los campamentos Aaiun y smara. En Auserd, un tercer campamento, está situado el paso de la media maratón.
La carrera comienza a las 9.30. A esta hora la temperatura es de unos 23 grados, pero pronto el termómetro empieza a ascender hasta superar los 30 grados.
La salida la hago junto a Juanma, uno
de mis compañeros de viaje. Patxi el otro compañero, sale un poco más
retrasado. Txus, el culpable de este viaje, se propone completar la maratón en
bicicleta y llevarnos algunos geles, bebida, etc. No ha sido posible, en apenas
3 km tiene que abandonar al partir la cadena. Es “rescatado” por el padre de
nuestra familia en un todoterreno. A partir de ahí, van siguiendo la carrera
desde el coche.
El ritmo de carrera en estos primeros kilómetros es más alto de lo que había previsto, 4´45/km aproximadamente. Puede parecer lento pero el terreno y el calor aconsejan ser prudentes. Hacia el kilometro 5 Juanma decide bajar el ritmo, lleva unos días con molestias en la rodilla. Los siguientes kilómetros los comparto con un corredor saharaui. Vive en los campamentos, trabaja todos los días fabricando ladrillos de adobe para las construcciones. Hoy “descansa” para correr el maratón, Corre con un pantalón largo de chándal.
En 1hora y 40 minutos alcanzamos la media maratón. Este
es uno de los momentos más emocionantes de la carrera. Las mujeres saharauis nos
reciben con banderas saharauis y su “zaghareet” (ulular gritos con alta carga emocional).
Dos mujeres saharauis portan una ikurriña. Agarrados de la mano y con los
brazos en alto cruzamos la media maratón entre los gritos y aplausos de la
gente. Solo por vivir este momento ha merecido la pena este viaje.
Nada más pasar Auserd la cosa se
complica. Mi amigo saharaui acusa el cansancio y poco a poco se va quedando
atrás. Los siguientes kilómetros, continúan entre pequeñas dunas. Un sube baja
por la arena que desgasta muscularmente e impide llevar un ritmo constante.
Hay bastantes avituallamientos,
aproximadamente cada 3 o 4 km. En ellos tenemos agua, naranjas, dátiles, etc. La
carrera está bien señalizada con unos postes cada 500 metros. Hay puntos
kilométricos cada 5 km. También hay patrullas del Frente Polisario para
garantizar nuestra seguridad y para que no nos perdamos. En algunos puntos veo
a mi familia saharaui y a Txus. Se acercan a animarme.
Hacia el kilometro 35 el terreno
vuelva a ser más llevadero, no así el calor, que cada vez se hace más
insoportable. Desde el kilometro 25 corro sólo, en algunos tramos realmente sólo.
A pesar de todo voy muy animado.
Los kilómetros van pasando y entro en
“Smara”. Quedan 2,5 larguísimos km para llegar meta. Gracias a los niños que se
acercan a darme la mano, estos kilómetros finales se hacen más llevaderos. Es
un placer verles disfrutar tanto.
En Smara vuelvo a ver a la familia, me
siguen en coche, en la ventana llevan colgando una ikurriña. Me acerco al coche
cojo la ikurriña y entro en meta con ella.
3 horas 30 minutos 36 segundos, noveno en la clasificación general y primero en mi categoría. Es lo de menos, la experiencia ha sido tan dura, bonita e intensa que todo lo demás queda en un segundo plano. Más tarde ya lo saborearé.
Nos reciben con una medalla fabricada
por los propios saharauis en los campamentos.
Para recuperar nos dan una bolsa con
un zumo, un huevo cocido, una lata de bonito, dátiles y pan. Curioso
avituallamiento.
Me acerco a meta para ver entrar a Juanma y a Patxi. 3 horas 52 minutos y 4 horas 7 minutos respectivamente. Los tres hemos terminado la Maratón. Juanma con un esguince de rodilla, doble merito. Otro objetivo cumplido.
Txema,
Aquí podéis ver un diario detallado de
todo el viaje.
http://www.metrobilbao.net/noticias/noticias/1691-sahara-marathon-diario-de-viaje
¡¡Gracias Txema!! por acercarnos esta experiencia y hacerla también un poco nuestra.
ResponderEliminarEskerrik asko Txema muy buena crónica Zorionak con mayusculas
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